La Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) de EE.UU. 2025 es el documento rector que establece las prioridades estratégicas de la administración estadounidense (fines-modos-medios), articulando su visión del mundo, la identificación de amenazas y la asignación de recursos. Su publicación, basada en un relato de éxitos unilaterales en política exterior (operaciones militares, renegociación de alianzas, imposición de aranceles), le confiere un peso operativo significativo y una intencionalidad transformadora del orden internacional.

La ESN orienta la política de defensa, la diplomacia, la inteligencia y el comercio exterior estadounidense, marcando la pauta para sus agencias y condicionando el entorno estratégico global. Para un país como Chile, cuya seguridad y prosperidad están profundamente vinculadas a la estabilidad del orden internacional y dependen críticamente de su capacidad para navegar entre grandes potencias, este documento constituye un mapa de presiones estructurales para anticipar riesgos, identificar oportunidades marginales y calibrar su posicionamiento hacia la próxima década. Exigirá un análisis detallado y prolongado por parte de analistas y tomadores de decisiones.

A continuación, algunos comentarios iniciales.

1. Marco estratégico realista: 

Este documento establece un giro doctrinario de EE.UU. hacia un nacionalismo soberanista —America First— propio del realismo ofensivo. Superando la tradición liberal establecida tras el orden internacional de posguerra, relegando el multilateralismo, las instituciones globales y los acuerdos de libre comercio a un segundo plano por considerarlos factores que erosionaron la base industrial y la cohesión social interna. Prioriza la fortaleza interna y la competencia entre potencias. Este cambio implica operar en un entorno donde las reglas comunes se debilitan y se fortalece la lógica de la negociación bilateral directa. Para Chile, el retorno y consolidación de  esta conducta constituye un factor que tensiona el escudo de reglas internacionales que históricamente ha usado para mitigar las asimetrías de poder.

2. China como adversario sistémico: 

La estrategia trasciende la visión de China como un competidor económico, para ubicarla como un adversario sistémico cuyos valores, modelo de gobernanza y proyección de poder amenazan el status quo internacional liderado por Washington. El documento promueve un desacoplamiento selectivo en cadenas de suministro críticas (tecnología, minerales estratégicos) y una contención activa de la influencia china a nivel global. Para Chile, cuya economía depende en más de un 40% del comercio con China y cuyas inversiones son clave en minería, energía e infraestructura crítica, esta confrontación crea una tensión estructural, colocando a Santiago en una posición de creciente presión geopolítica y desafiando el pensamiento estratégico nacional.

3. Doctrina Monroe renovada («Trump Corollary»): 

El documento resucita y actualiza la Doctrina Monroe mediante el «Corolario Trump», declarando el Hemisferio Occidental como una esfera de influencia exclusiva donde se negará el acceso a potencias extra-continentales. Este corolario tiene un objetivo claro: contener la expansión china en América Latina. Para Chile, esto significa que su política de desarrollo basada en la atracción de inversiones y la diversificación de socios —particularmente en sectores como la infraestructura portuaria de aguas profundas (clave para el comercio transpacífico), la explotación del litio o el desarrollo de redes 5G— se convierte en un campo de batalla silencioso. La cooperación futura en defensa, inteligencia o transferencia tecnológica con Estados Unidos podría verse condicionada a la reducción de la «huella» china, forzando a Chile a realizar cálculos complejos de política y comercio  internacional.

4. Estrategia hemisférica de alineamiento:

La política «Enlist & Expand» busca reclutar socios regionales funcionales para una agenda estadounidense que fusiona seguridad interna (control migratorio, narcotráfico) con seguridad estratégica. Se ofrecen capacidades de seguridad y posible acceso a cadenas de suministro de near-shoring a cambio de una alineación más estrecha. Se acelerará la renovación del mapa de influencias en Sudamérica,  mediante ofertas de acceso a redes de seguridad a riesgo de convertir esta cooperación instrumentalizada en una alineación estratégica general, donde Chile termine adoptando, de facto, una agenda de contención que limite su soberanía para establecer vínculos económicos y tecnológicos con China, socavando así una de las bases de su prosperidad de las últimas décadas.

5. Priorización energética en tensión:

La estrategia estadounidense abraza la «dominancia energética» mediante la expansión de hidrocarburos y energía nuclear, rechazando explícitamente las metas de «Net Zero» y descalificando la agenda climática global como ideología perjudicial. Esto crea una contradicción programática con la política de Estado de Chile, que ha apostado por un liderazgo en energías renovables, hidrógeno verde y diplomacia climática como pilares de su desarrollo futuro y marca país. Esta divergencia no solo debilita los marcos multilaterales que Chile necesita, sino que también expone la dependencia tecnológica crítica de su transición: muchas de las tecnologías y cadenas de suministro necesarias para la transición energética chilena (paneles solares, baterías, componentes eólicos) están dominadas por China. Chile se ve así atrapado entre un aliado que rechaza la transición y un socio económico que la provee, complicando aún más su posicionamiento estratégico.

6. Securitización de migración y crimen organizado:

Al definir la migración irregular y el crimen organizado transnacional como amenazas directas a la seguridad nacional estadounidense, el documento normaliza una mayor injerencia y a un enfoque de seguridad militarizada en la región. Para un Chile que enfrenta una crisis de seguridad interna ligada al narcotráfico y el crimen organizado internacional, la oferta de cooperación en inteligencia, equipamiento y capacitación por parte de EE.UU. puede parecer una herramienta valiosa. No obstante, el peligro estratégico es doble: primero, que la agenda de seguridad interna chilena sea reorientada para priorizar los flujos que preocupan a Washington por sobre las dinámicas criminales locales; y segundo, que Chile se convierta, sin desearlo, en un agente de contención fronteriza, asumiendo costos operativos y políticos desproporcionados, y tensionando sus relaciones con países vecinos.

7. Exigencia de «reparto de cargas» («burden-sharing»):

Inspirado en su exigencia a la OTAN de elevar el gasto al 5% del PIB, el documento refleja una filosofía transaccional extrema probablemente se trasladará a las relaciones hemisféricas. EE.UU. esperará que sus socios, incluido Chile, asuman mayores costos y responsabilidades en la vigilancia de espacios comunes (Pacífico Sur, pasos bioceánicos), la protección de infraestructura crítica y la contención de influencias extra-regionales. El riesgo para Chile es comprometerse con cargas financieras, operativas y políticas desbalanceadas, sin recibir a cambio un incremento proporcional en acceso a tecnologías de punta, mercados privilegiados o inversiones estratégicas. Chile debe evitar convertirse en un actor subsidiario que financia y ejecuta una agenda de seguridad definida en Washington, sin que esta necesariamente corresponda a sus prioridades nacionales de defensa.

8. Visión instrumental de América Latina:

El documento delinea una visión puramente instrumental de América Latina: como origen de amenazas (migración, drogas) que deben contenerse, y como escenario de la competencia con China que debe controlarse. Está ausente cualquier mención a una asociación positiva para el desarrollo, la innovación conjunta o la integración productiva. Esta lectura confirma que, para esta administración estadounidense, la región no es un socio potencial, sino una esfera de influencia. En consecuencia, Chile debe abandonar cualquier política idealista que suponga que esta relación proveerá el marco para una transformación productiva o un salto en valor agregado. Esa agenda debe buscarse urgentemente en otros ejes, mediante un fortalecimiento decisivo de su inteligencia estratégica, el resguardo de su autonomía decisional y la reactivación de la capacidad de concertación sudamericana, articulando desde la región una posición propia sobre gobernanza de recursos críticos y conectividad.

9. Implicancias para Chile

El escenario que configura esta estrategia exige fortalecer la inserción de Chile en el escenario internacional a partir de intereses nacionales permanentes, con énfasis en el desarrollo de resiliencia estratégica: (i) Fortaleciendo la diversificación de redes e instrumentos de cooperación comercial multilateral, (ii) Promoviendo políticas de compensaciones y transferencia tecnológica en nudos críticos para resiliencia de cadenas de suministro en defensa y economía,  (iii) Cooperando con EE.UU. en áreas de interés compartido con resultados mutuamente beneficiosos, (iv) Cualificando la relación con China hacia asociaciones en industrias del futuro, (v) Fortaleciendo criterios de seguridad nacional para la gobernanza de inversiones en infraestructura crítica, datos, ciberseguridad y recursos estratégicos, (vi) Ejerciendo un liderazgo regional constructivo, articulando con Brasil y otros países sudamericanos, una agenda propia sobre conectividad, estándares tecnológicos y gobernanza de recursos, con el objetivo de transformar la posición de vulnerabilidad potencial mediante mayor resilencia en la interdependencia económica.

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